Hacia finales del año pasado, Felipe Calderón anunció en COP16 que hacia el año 2014 México habría logrado la transición completa de focos incandescentes a lámparas ahorradoras de luz. Era una meta ambiciosa que incluía como primer paso regalar 147 millones de lámparas y focos ahorradores de luz.
¿Por qué el reciente interés en este tipo de tecnología?
Cómo lo mencionó nuestro compañero Hugo Torres en su momento: El problema de las lámparas incandescentes es su baja eficiencia, ya que sólo el 15 por ciento de la energía eléctrica que utilizan la convierten en luz, otro 25 por ciento restante se convierte en calor y el 60 por ciento restante lo convierte en luz ultravioleta y luz infrarroja, que después se convierte también en calor.
Así, al intentar reducir los costos de la energía pública y doméstica, se cumplía otra función, contribuir a la reducción del calentamiento global. En ese entonces, otro problema saltó a la vista: el costo que tendría la nueva y ecológica propuesta calderonista.
En realidad me refiero a tres costos principalmente: el costo que tendrán que pagar las familias de escasos recursos por focos que, si bien a la larga ahorran, en un primer momento representan un desembolso económico mayor. En segundo lugar, el costo que el gobierno federal tendrá que asumir para regalar la exorbitante cifra de lámparas ahorradoras mencionada con anterioridad. Y finalmente se encuentran las pérdidas que surgirán las empresas que fabrican focos en el país al percibir una demanda menor o finalmente, tener que adaptar sus procesos a la fabricación de bombillas ahorradoras. Esto último podría traducirse en una importante pérdida de empleos, pues hay cerca de 40 mil hombres y mujeres se dedican a crear focos incandescentes y ninguna planta que fabrique focos ahorradores.
El impacto de cambiar a bombillas ahorradoras, aunque no puede ser calculado fácilmente para una sola ciudad –como la Ciudad de México-, si puede verse con claridad… desde el espacio. La foto que lleva este post es una toma que se hizo desde la Estación Espacial Internacional. Nos muestra claramente los límites del Distrito Federal, con políticas verdes, y su separación de la zona metropolitana – perteneciente al Estado de México-, que favorece otra clase de políticas. Las luces plateadas son producidas por las luces ahorradoras, mientras que las doradas son producto del uso de focos incandescentes.
No creo que sea difícil cambiar por completo la forma en la que los mexicanos iluminamos nuestras casas, y la muestra es el Distrito Federal. Tampoco creo que sea difícil alcanzar dicha meta para 2014. Sin embargo, de hacer las cosas apresuradamente se ponen muchas cosas en riesgo… empleos más que nada. Las propuestas ambientales, al igual que cualquier otra, también deben tomar en cuenta factores externos, como la economía de las familias mexicanas. No hay ninguna razón por la cual estos dos ámbitos de las políticas públicas no puedan complementarse.
Fuente: vivirmexico.com
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