martes, 17 de enero de 2012

Estudio demuestra que el aumento de CO2 en el mar transforma a los peces

  Un estudio científico revela que:el aumento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en los mares trastorna el sistema nervioso de los peces y reduce sus posibilidades de supervivencia.

"La concentración de dióxido de carbono que se calcula habrá en los océanos a finales de siglo afectará la habilidad de los peces para oír, oler, moverse y escapar de los depredadores", afirmó el jefe del equipo investigador, Phillip Munday, del Centre of Excellence for Coral Reef Studies ARC y la Universidad James Cook de Australia, según un comunicado de prensa.

Los océanos absorben cada año unas dos mil 300 millones de toneladas de CO2 producidas por el hombre, cantidad que producen un cambio en el mar como la acidificación del agua.


El equipo de científicos analizó durante varios años zonas marinas con grandes concentraciones de dióxido de carbono y el efecto que este tenía en bebés de peces de arrecife, como el pez payaso y la doncella amarilla, y los depredadores.

Lo primero que descubrieron es que los pececillos perdían sentido del olfato, "lo que significa que les resultaba más difícil hallar atolones donde vivir o reconocer los olores que avisan de la presencia de un depredador", explicó Munday.

Después se dieron cuenta que el siguiente sentido afectado fue el del oído y luego la habilidad para darse la vuelta, un movimiento importante para permanecer unidos y evitar ser víctima de los depredadores.

"Todo esto nos llevó a sospechar de que no se trataba solamente del daño a determinados sentidos, sino que la concentración de dióxido de carbono estaba afectando a todo el sistema nervioso central", apuntó el científico.

"Hemos establecido que no es simplemente la acidificación de los océanos lo que causa perturbaciones, como en el caso de los mariscos y plancton con esqueletos calcáreos, sino que es el CO2 disuelto lo que daña el sistema nervioso de los peces", afirmó Munday.

El efecto del dióxido de carbono en los depredadores es mucho más suave, según el estudio publicado recientemente en la revista Nature sobre Cambio Climático.

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